;#; **LITERATURA SAPIENCIAL.** ;#; **Introducción** Se da el nombre de «libros sapienciales» a cinco libros del Antiguo Testamento:\\ **Job, Proverbios, Eclesiastés, Eclesiástico y Sabiduría.**\\ Se les suele añadir con bastante impropiedad los Salmos y el Cantar de los Cantares. Representan una corriente de pensamiento que se halla también en una parte de los libros de Tobías y Baruc. Esta literatura sapiencial floreció en todo el Antiguo Oriente. Egipto produjo escritos de sabiduría a lo largo de su historia. En Mesopotamia, desde la época sumeria, se compusieron proverbios, fábulas y poemas sobre el sufrimiento, que se han comparado con Job. Esta sabiduría mesopotámica llegó a Canaán: se han encontrado en Ras Samra textos sapienciales escritos en acádico. La Sabiduría de Ajicar, que es de origen asirio y que fue traducida a varias lenguas antiguas, procede de ambientes de lengua aramea. Esta sabiduría es internacional. Manifiesta pocas preocupaciones religiosas y se desenvuelve en el orden profano. Ilustra el destino de los individuos, no por medio de una reflexión filosófica al estilo de los griegos, sino recogiendo los frutos de la experiencia. Es un arte de bien vivir y una señal de buena educación. Enseña al hombre a acomodarse al orden del universo y debería darle los medios para ser feliz y prosperar. Pero esto no siempre ocurre y esta experiencia justifica el pesimismo de algunas obras de sabiduría, tanto en Egipto como en Mesopotamia. Los israelitas conocieron esta sabiduría. El mayor elogio que la Biblia cree hacer de la sabiduría de Salomón es que superaba a la de los hijos de Oriente y a la de Egipto, 1 R 5 10. Los sabios árabes y edomitas gozaban de renombre, Jr 49 7; Ba 3 22-23; Ab 8. Job y los tres sabios, amigos suyos, viven en Edom. El autor de Tobías conocía la Sabiduría de Ajicar, y Pr 22 17 - 23 11 sigue de cerca las máximas egipcias de Amenemope. A Hemán y Etán, sabios de Canaán, se les atribuye varios salmos, según 1 R 5 11. El libro de los Proverbios contiene las Palabras de Agur, Pr 30 1-14, y las Palabras de Lemuel, Pr 31 1-9, ambos originarios de Masá, tribu del norte de Arabia, Gn 25 14. No es de extrañar que las primeras obras sapienciales de Israel se asemejen en gran medida a las de sus vecinos: todos ellos proceden del mismo suelo. Las partes antiguas de los Proverbios apenas contienen otra cosa que preceptos de sabiduría humana. Con la excepción del Eclesiástico y de la Sabiduría, que son los más recientes, los libros sapienciales no abordan los grandes temas del Antiguo Testamento: la Ley, la Alianza, la Elección, la Salvación. Los sabios de Israel no muestran inquietud por la historia y el futuro de su pueblo, sino que escrutan el destino de los individuos, como sus colegas orientales.Pero lo consideran bajo un punto de vista más elevado, el de la religión yahvista. Por esto, y a pesar del origen común y de tantas semejanzas, existe en favor de la sabiduría israelita una diferencia esencial que se acentúa con el progreso de la revelación. En efecto, la oposición sabiduría-locura se trueca en oposición entre justicia e iniquidad, entre piedad e impiedad. La verdadera sabiduría es efectivamente el temor de Dios, y el temor de Dios es la piedad. Si la sabiduría oriental es un humanismo, podría decirse que la sabiduría israelita es un «humanismo devoto». Pero este valor religioso de la sabiduría ha venido aflorando poco a poco. El término hebreo más usado referente a la sabiduría tiene un sentido complejo: puede designar la habilidad manual o profesional, el sentido político, el discernimiento y también la astucia, el acierto, el arte de la magia. Esta sabiduría humana puede ejercerse para el bien y para el mal, y esta ambigüedad justifica los juicios desfavorables que los profetas pronuncian sobre los sabios, por ejemplo, Is 5 21; 29 14; Jr 8 9. Esa ambigüedad puede explicar también que se haya tardado tanto en hablar de la sabiduría de Yahvé, aunque sea Yahvé quien se la da a los hombres (si bien ya en Ugarit la sabiduría era el atributo del gran dios El). Únicamente en escritos postexílicos se llegará a decir que sólo Dios es sabio, con una sabiduría trascendente que el hombre ve actuando en la creación, pero que él no es capaz de escrutar, Jb 28; 38-39; Si 1 1-10; Si 16 24s; Si 39 12s; Si 42 15 -43 33, etc. En el gran prólogo que encabeza Proverbios, Pr 1-9, la Sabiduría divina habla como una persona, está a la vez presente en Dios desde la eternidad y actúa con él en la creación, sobre todo Pr 8 22-31. En Job 28, aparece como distinta de Dios, que es el único que sabe dónde se oculta aquella. En Si 24, la propia Sabiduría dice de sí que procede de la boca del Altísimo, que mora en los cielos y que Yahvé la envía a Israel. En Sb 7 22 - 8 1, es una emanación de la gloria del Omnipotente, una imagen de su bondad. Así, la Sabiduría, atributo de Dios, se separa de él y se convierte casi en una hipóstasis. En el ámbito de la fe del Antiguo Testamento, estas expresiones tan vigorosas rebasan los límites de una personificación literaria, pero mantienen su misterio y preparan la revelación de las Personas Divinas.El Logos de San Juan está a la vez, como esta Sabiduría, en Dios y fuera de Dios, y todos estos grandes textos justifican el título de «Sabiduría de Dios» que san Pablo da a Cristo, 1Co124. Como el destino de los individuos era la preocupación dominante de los sabios, el problema de la retribución tenía para ellos una importancia capital. Y la doctrina evoluciona en su ambiente y por su reflexión. En las partes antiguas de Proverbios, la sabiduría, es decir, la justicia, lleva necesariamente a la felicidad, y la locura, es decir, la iniquidad lleva a la ruina. Dios es quien premia así a los buenos y castiga a los malos. Ésta es todavía la posición del prólogo de los Proverbios, 3 33-35; 9 6 y 18. Esta doctrina es, por consiguiente, el fundamento de la enseñanza de sabiduría y se deduce del hecho de que el mundo es gobernado por un Dios sabio y justo. Trata de recurrir a la experiencia, pero la experiencia la contradice a menudo. Esto es lo que expone de una manera dramática el libro de Job, en el que los tres amigos defienden la tesis tradicional. Mas para el problema del justo desgraciado no hay respuesta que satisfaga al espíritu, si nos atenemos a la retribución terrena; no hay más remedio que adherirse a Dios por la fe, a pesar de todo. El Eclesiastés, por muy diferente que sea su tono, no da una solución distinta; subraya igualmente la insuficiencia de las respuestas corrientes, y niega que sea posible pedir cuentas a Dios y exigir la felicidad como algo debido. El Eclesiástico sigue fiel a la misma doctrina, exalta la felicidad del sabio, 14 20 - 15 10, pero le obsesiona la idea de la muerte y sabe que todo depende de esta última hora: dice que «es fácil al Señor, el día de la muerte, pagar a cada uno según su proceder», 11 26, ver 1 13; 7 36; 28 6; 41 9. Presiente la doctrina de los «novísimos», pero no la expresa claramente.Poco despues de él, Dn 12 2 formulará explícitamente la fe en una retribución de ultratumba, y esta fe estará en él unida a la fe en la resurrección de los muertos, ya que la mentalidad hebrea no concibe una vida del espíritu separado de la carne. En el Judaísmo alejandrino, el progreso se realizará por camino paralelo y avanzará aún más. Como la filosofía platónica había liberado al pensamiento hebreo de sus ataduras con la teoría del alma inmortal, el libro de la Sabiduría afirma que «Dios creó al hombre incorruptible», 2 23, y que el alma fiel gozará, después de la muerte, de una felicidad sin fin junto a Dios, mientras que los impíos recibirán su castigo, 3 1-12. Al fin se ha dado la respuesta al gran problema de los sabios de Israel. La forma más simple y más antigua de la literatura sapiencial es el mâsâl. Este es, en plural, el título del libro que nosotros llamamos «Proverbios». El mâsâl es, más exactamente, una fórmula sorprendente que cautiva la atención, un dicho popular o una máxima. Las colecciones antiguas de los Proverbios sólo contienen sentencias breves. Luego, el mâsâl se desarrolla, se hace parábola o alegoría, discurso o razonamiento. Esta evolución, sensible ya en las pequeñas secciones añadidas a los Proverbios y más aún en el prólogo, Pr 1-9, se precipita en los libros siguientes: Job o la Sabiduría son grandes obras literarias. Por encima de todas estas formas literarias, aun las más simples, el origen de la sabiduría ha de buscarse en la vida de familia o de clan. Las observaciones sobre la naturaleza y sobre los hombres, acumuladas de generación en generación, se expresaron en sentencias, en dichos de campesinos, en breves apólogos, que contenían una aplicación moral y que servían de reglas de conducta. El mismo origen puede atribuirse a las primeras formulaciones del derecho consuetudinario, que en ocasiones coinciden, en su contenido y no solamente en su forma, con las sentencias de sabiduría. Esta corriente de la sabiduría popular prosiguió paralelamente a la formación de las colecciones sapienciales. De aquélla provienen, por ejemplo, los proverbios de 1 S 24 14; 1 R 20 11, la fábula de Jc 9 8-15 y la de 2 R 14 9, y los profetas mismos los han utilizado, por ejemplo, Is 28 24-28; Jr 17 5-11. La brevedad de las sentencias, que así se imprimen en la memoria, las hacía aptas para la enseñanza oral. El padre o la madre se las enseña a su hijo, Pr 1 8; 4 1; 31 1; Si 3 1, y el maestro seguirá llamando «hijo» al discípulo a quien forma, porque los sabios hacen escuela, Si 51 23, 26; ver Pr 7 1s; 9 1s. La sabiduría se convierte en privilegio de la clase instruida, y por lo mismo de la que también sabe escribir; sabios y escribas aparecen juntos en Jr 8 8-9, y Si 38 24 - 39 11 ensalza el oficio de escriba, que le permite adquirir la sabiduría, contraponiéndolo a los oficios manuales. De entre los escribas designaba el rey a sus funcionarios y en la corte se desarrollaron antes que en sitio alguno las doctrinas de sabiduría. Todos estos rasgos tienen sus paralelos exactos en los demás ambientes de la sabiduría oriental, en Egipto o en Mesopotamia. Una de las colecciones salomónicas de los Proverbios fue recopilada por «los hombres de Ezequías, rey de Judá», Pr 25 1. Pero tales sabios no eran sólo coleccionistas de máximas antiguas; también las escribían.Podemos considerar escritos de sabiduría (con ciertas reservas) dos obras literarias compuestas probablemente en la corte de Salomón, la historia de José y la de la sucesión al trono de David. El ambiente de los sabios es, pues, muy diferente de aquellos de los que han salido los escritos sacerdotales y los escritos proféticos, y Jr 18 18 enumera como tres clases a sacerdotes, sabios y profetas. Diferentes son sus preocupaciones: los sabios no tienen interés especial en el culto y no parecen conmoverse ante las calamidades de su pueblo ni atormentarse con la gran esperanza que le sostiene. Pero, a partir del Destierro, estas tres corrientes confluyen. El prólogo de Proverbios adquiere un tono de predicación profética; el Eclesiástico, 44-49, y la Sabiduría, 10-19, meditan largamente sobre la Historia Sagrada; el Eclesiástico venera el sacerdocio, se muestra fervoroso del culto, finalmente identifica la Sabiduría con la Ley, Si 24 23-24: es la alianza entre el escriba (o el sabio) y el doctor de la Ley que encontraremos en los tiempos evangélicos. Aquí llegamos, en el Antiguo Testamento, al término de un largo camino, en cuyo arranque estaba Salomón. También en este aspecto hallamos paralelos orientales: dos escritos de la sabiduría egipcia eran considerados como las enseñanzas que un Faraón había dado a su hijo. Desde 1 R 5 9-14, ver 3 9-12 y 28; 10 1-9, hasta Si 47 12-17, Salomón fue alabado como el sabio más grande de Israel, y se le atribuyen las dos colecciones más importantes y más antiguas de Proverbios, 10-22 y 25-29; esto explica el título que se da a todo el libro, Pr 1. Bajo su patrocinio se pusieron asimismo el Eclesiastés, la Sabiduría y el Cantar de los Cantares. Toda esta enseñanza gradualmente dispensada al pueblo elegido preparaba la revelación de la Sabiduría Encarnada. Pero «aquí hay algo más que Salomón», Mt 12 42. //Biblia de Jerusalén. Introducción a los libros Sapienciales.//