Alianzas bíblicas

HISTORIA DE LA SALVACIÓN

Conceptos bíblicos básicos.

4.- Historia de la Salvación.

1.- ¿Qué entendemos por Historia de la Salvación? El carácter histórico de la salvación se basa precisamente en el convencimiento de que la iniciativa de la elección de un pacto de alianza con Israel es un acto unilateral por parte de Dios. La revelación de Dios ha sido preparatoria y progresiva.

Yahvé es un Dios que interviene en la historia humana. La Biblia, es la narración de los hechos de Dios. El Antiguo Testamento narra las “mirabilia Dei” en favor de su pueblo. Dios elige a Abrahán, a Moisés, a David y, en ellos, a su descendencia. Los profetas aluden constantemente a ellos, los salmos cantan sus grandezas y las celebraciones litúrgicas las conmemoran.

No podemos predecir las intervenciones de Dios en la historia. Todo depende de su libre voluntad. Nada divino puede exigir que Dios intervenga en este momento y no en el otro, más a menudo o menos. Y nada humano puede exigir que Dios se dirija al hombre. La revelación es un acontecimiento libre y gratuito. Las intervenciones de Dios en la historia permanecen por siglos.

Algunos momentos significativos miden el tiempo del Antiguo Testamento. La historia de la salvación propiamente dicha, no la forman todas las partes de la línea continua del tiempo, que entendemos por historia. Sólo los “kairoi”,-momentos concretos en el transcurso del tiempo que Dios los hace suyos para su intervención-, son la verdadera “Historia de la Salvación”. Hay, pues, una historia de la revelación que no coincide con la historia universal. (Hb 1,1).

Encontramos al principio de la revelación una serie de acontecimientos que dieron lugar al nacimiento de Israel como pueblo: el éxodo, la alianza, la entrada en la tierra prometida, el reino y el mesianismo real, el templo, la presencia de Yahvé, el exilio y la restauración. Israel se considera siempre el pueblo de la liberación-realizada-por Yahvé. Acontecimientos que alimentarán incesantemente la reflexión religiosa de Israel. Las tradiciones afirman que la liberación tiene por fin la alianza. La alianza inaugura así relaciones interpersonales entre Dios y su pueblo.

1.1.- Profeta: Acontecimiento histórico y Palabra. Dios obra en la historia, se revela por la historia. Para hablar de revelación por la historia, es menester unir dos realidades: el acontecimiento histórico y la palabra. Los profetas no harán sino aplicar a su tiempo, las implicaciones del régimen de la alianza, y así harán crecer y profundizar en el conocimiento de Dios. Esta acción histórica, sin embargo, no es plenamente inteligible como revelación si no va acompañada de la palabra del profeta que expresa el sentido de la acción divina. Dios realiza el hecho y manifiesta a la par su significación; interviene en la historia y dice a la vez el sentido de su intervención; Dios obra y comenta su acción.

El profeta es el testigo e intérprete cualificado de la historia, el que manifiesta su significación sobrenatural. Encontramos en el Antiguo Testamento dos líneas complementarias: la de los acontecimientos y la de los profetas que los interpretan y proclaman en nombre de Dios lo que significan. Dios se revela por la historia, pero por la historia divinamente interpretada por los profetas. La historia no aparece como historia de salvación, sino cuando la comenta autoritativamente la palabra del profeta que descubre a Israel la presencia y el contenido de la acción de Dios. Por la palabra del profeta Israel toma conciencia de la Revelación de Dios en la historia.

El acontecimiento histórico, en cuanto revelación, debe adquirir su sentido de la palabra del profeta. (Am 3, 7; Is 42, 9). La palabra consagra al acontecimiento histórico como acontecimiento revelador y lo propone a la fe como acontecimiento de salvación atestiguado por Dios. La revelación crece por el acontecimiento histórico y por el acontecimiento de la palabra que se complementan mutuamente. Por ello los momentos reveladores de la historia están sellados con la aparición de uno o varios profetas. La sola presencia de los profetas significa ya que Dios obra en la historia.

La revelación no se nos da como un sistema de proposiciones abstractas acerca de Dios, sino que va incorporada a los acontecimientos de la historia. Conocemos a Dios, sus atributos, su designio, pero a través de los acontecimientos de la historia. La Escritura no ha fijado un sistema filosófico sino hechos concretos con su significación religiosa, sobrenatural. También el progreso de la revelación está vinculado a la historia. El conocimiento de Dios Padre se profundiza, se purifica, pero siempre a través de la historia. Los acontecimientos del éxodo, de la alianza, de la conquista, del reino, constituyen una especie de prototipo de las relaciones de Yahvé con su pueblo, que es como la llave de toda la interpretación profética ulterior. Es importante recalcar, sin embargo, que este progreso de la revelación no se realiza sino por la palabra que acompaña la historia y manifiesta su significación salvífica.

En tiempos del destierro, Ezequiel, el Deuteroisaías y Jeremías reanudan el tema del Éxodo y de la tierra prometida. La liberación será un nuevo éxodo seguido de una nueva alianza.

La alianza se concibe: Al principio como un pacto que asegura la protección de Yahvé una vez cumplidas las obligaciones que impone. (Am 5,14; Is 28,15). Después, las múltiples infidelidades de Israel, que contrastan con la constante fidelidad de Dios, le hacen ver la gratuidad de la alianza, iniciativa amorosa de Dios en favor de la humanidad; Por último, en la desdicha, la concepción de la alianza se espiritualiza y se convierte en alianza en el corazón del hombre. La nueva alianza anunciada por Ezequiel será una re-creación del corazón acompañada del don del Espíritu. (Ez 36, 23-28). No será ya una alianza con un solo pueblo, sino con todas las naciones.

2.- Conclusiones. Señalemos brevemente en qué sentido puede hablarse de una revelación histórica. 1. La revelación no tiene lugar fuera del tiempo, ni en el tiempo mítico, ni en el instante extra-temporal del comienzo: es un acontecimiento localizado en el tiempo. Por la revelación Dios entra en la historia humana y puede determinarse el momento de su entrada. La acción reveladora hace historia.

2. La revelación no es como un punto único en el transcurso del tiempo, sino como una sucesión de intervenciones discontinuas. Es un acontecimiento progresivo: existe una historia de la revelación, es decir de las intervenciones divinas que hacen crecer cualitativa y cuantitativamente la revelación hasta la muerte del último apóstol. En esta historia hay un culmen, la venida de Dios a nosotros en la persona de Cristo. Este culmen es un acontecimiento que no puede comprenderse sino a la luz de su preparación a través de los siglos. Durante muchos siglos Dios se acerca al hombre y acerca el hombre hacia sí. La historia de la revelación es una economía, una disposición, un designio de la sabiduría divina.

3. En definitiva, la revelación en el Antiguo y en el Nuevo Testamento nos llega en y por la historia, porque la palabra de Dios es esencialmente una palabra eficaz, siempre activa. Obra lo que dice; realiza lo que promete. Dios revela a la humanidad su designio salvífico y lo realiza al mismo tiempo.

Valladolid. Julio 2019. Junape.