ESPEJISMO EN EL DESIERTO.
Ciro.
Textos Bíblicos.
Libro de Esdras.
Capítulo: 11.
19 Esdras 1.1. 20 Hageo 1.14.
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1.- Ambientación histórica.
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2.- Historia de la Salvación.
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Breve exposición.
La historia de los cautivos que volvieron de Babilonia para restablecer el templo y reedificar la ciudad de Jerusalén refleja la historia del pueblo de Dios. Cada uno de estos movimientos comenzó en los corazones de determinados creyentes que fueron movidos por la Palabra de Dios para averiguar cuál debería ser su posición delante de él. Eran, en palabras de Esdras, aquéllos cuyo espíritu despertó Dios. (2). el regreso de los judíos de Babilonia, se caracterizó por el celo espiritual de sus primeros líderes, un reconocimiento franco de su propia debilidad, y su confianza en la ayuda que Dios les brindaría. Se buscaba de una manera decidida el centro de Dios para su pueblo, o sea, el lugar donde Él había puesto su nombre. En el primer caso era un lugar geográfico, Jerusalén Conviene observar la secuencia en los libros de Esdras y Nehemías. El uno contiene el relato de la construcción de la casa de Dios, el segundo templo, y el otro el relato de la construcción del muro en torno de la ciudad de Jerusalén. Es correcto que la casa haya precedido al muro. El templo sugiere que había la debida actitud delante de Dios, mientras que el muro habla de la debida actitud en cuanto a los paganos en derredor. En la primera instancia se da a Dios el lugar que le corresponde y en la otra se lo da a los moabitas, amonitas, etc. el lugar suyo. Ambas iniciativas ponían de manifiesto un mismo ejercicio de corazón, pero en dos aspectos: el interior y el exterior. El aspecto interior viene primero, como hemos observado ya; y si no, entonces la otra iniciativa se vuelve mero sectarismo. Es decir, no podemos lograr una relación correcta con los inconversos si no tenemos primeramente una relación correcta con Dios. Pero, por otro lado, si nos satisfacemos con sólo nuestra posición delante de él, y descuidamos la separación de aquellos que no le conocen, entonces esta profesión de una buena relación con él se torna en simple hipocresía. O sea, tanto en aquellos tiempos lejanos como en nuestra época, la amistad con el mundo es enemistad contra Dios. (5).
Capítulo 2 Un avivamiento a lo antiguo.
La historia del regreso de los judíos de su cautiverio en Babilonia es el relato de un gran avivamiento. El hecho es que todo verdadero avivamiento tiene su origen con Dios mismo, y en la mayoría de los casos Él mueve los corazones de varias personas para lograr lo que Él propone. Tal vez nunca ha habido un avivamiento cuyos comienzos podemos discernir tan acertadamente como aquel que ocurrió en los días de Zorobabel, Hageo, Zacarías, Esdras y Nehemías. Contamos con una historia de ese movimiento relatada por el mismo Espíritu de Dios en las Sagradas Escrituras. Por ellas sabemos que Dios había hecho saber por medio de los profetas, aun antes de que los israelitas fuesen llevados a cautiverio, cómo sería el fin del movimiento. Isaías, por ejemplo, anuncia el nombre del rey de Persia que más adelante sería el instrumento en la mano de Dios para efectuar la restauración de su pueblo. (9). Esto lo hizo el profeta más de un siglo antes del nacimiento de ese hombre. Es más: él describe la fiesta de Belsasar y su terrible fin, y todo con la precisión de un testigo ocular. (10). El acontecimiento estaba todavía en el futuro, pero él dice: “Se pasmó mi corazón, el horror me ha intimidado; la noche de mi deseo se me volvió en espanto. Ponen la mesa, extienden tapices; comen; beben”. Un tiempo después, Jeremías dice claramente en más de una de sus profecías que el cautiverio se extendería por setenta años, (11) y que después el pueblo volvería a poseer sus casas, campos y viñas en su propia tierra. A la luz de estas y otras escrituras, bien podemos decir que el avivamiento, cuando sucedió, tomó una forma muy bíblica. Esto no se puede decir de algunos movimientos modernos que han tomado para sí el nombre de un avivamiento. A medida que se acercaba el tiempo señalado, Dios efectuó grandes cambios entre las naciones, todo con miras a la realización de su propósito. Un período relativamente pacífico fue seguido por un brote de guerras nuevas y de luchas, pero los participantes no tenían sino una pequeña idea de que Dios les estaba usando para el cumplimiento de sus promesas a Israel. En Zacarías 1 tenemos la primera de una serie de grandes visiones dadas al profeta, todas ellas sobre el regreso del cautiverio. En esta visión aprendemos qué influencias estaban obrando detrás del telón en aquellos tiempos. Ciertos agentes misteriosos presentan un informe, ya que el Señor les había enviado a recorrer la tierra. (12). Ellos decían: “Hemos recorrido la tierra, y he aquí toda la tierra está reposada y quieta”. Este aviso provoca intercesión inmediata de parte de Uno llamado el Ángel del Señor. Él aboga: “Oh Jehová de los ejércitos, ¿hasta cuándo no tendrás piedad de Jerusalén, y de las ciudades de Judá, con las cuales has estado airado por espacio de setenta años?” A esta oración el Señor respondió, según nos dice el profeta, “buenas palabras consoladoras”, y algunas de estas son comunicadas a Zacarías en los versículos siguientes. “Celé con gran celo a Jerusalén y a Sion, y estoy muy airado contra las naciones que están reposadas”. Aquí tenemos el secreto de por qué se interrumpió aquella tranquilidad, y por qué se presentó tanto conflicto. En esta turbación Ciro fue levantado para llevar a cabo la voluntad del Señor. Él diría a Jerusalén, “Serás edificada”, y al templo, “Serás fundado”. (13). Fue en esa ocasión que sucedió otro acontecimiento, pero de una naturaleza muy diferente. El Señor había vencido naciones para el logro de sus designios, y a este fin los persas conquistaron el reino de Babilonia. Él puso un ejercicio en el corazón de su anciano siervo Daniel para ocuparse del sentido de ciertos eventos que sucedieron en derredor suyo. (14). En su perplejidad Daniel hizo lo que todo siervo del Señor debería hacer. Él buscó en la Palabra de Dios. Leyendo en las profecías de Jeremías, él se fijó atentamente en una cierta afirmación divina: “Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar”. (15). Mientras Daniel leía estas palabras, su mente corrió atrás a aquel tiempo mucho antes cuando en su niñez él y otros habían sido llevados presos a Babilonia. ¿Qué tiempo hacía? Casi setenta años. ¡Seguramente debe estar cerca el tiempo cuando Dios cumplirá su promesa, y visitará a su pueblo con bendición! En vista de esta verdad preciosa que Daniel había aprendido, ¿qué debería hacer él? Ya era demasiado viejo como para tomar una parte prominente, o siquiera activa, en la tan anhelada restauración de su pueblo. Pero el pasaje mismo contesta la pregunta que no está escrita: “Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón”. Una cosa él podía hacer. Podía orar. Y Daniel oró. Su oración sobresaliente está en Daniel 9. Hay confesión de pecado contra la ley de Dios, pecado en rechazar el mensaje dado por medio de los profetas, pecado de parte del pueblo y de sus reyes y demás líderes. Nada menos de cuatro veces él dice, “Hemos pecado”. (16). Él oró no sólo en esa ocasión sino que perseveró en la oración, como el capítulo siguiente nos hace ver. Mientras oraba, Dios le revelaba mucho en cuanto a sus propósitos. Le informó sobre el futuro de Israel y sobre las fuerzas que estaban en operación a favor de y en contra de estos propósitos. Se observa especialmente: “El príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme”. (17). Este pasaje no puede dejar de recordarnos de lo que ya hemos visto en Zacarías sobre aquellos que Jehová había enviado a recorrer la tierra. (18). Este mismo ejercicio del alma que se vio en las oraciones de Daniel también debe haber sido manifestado en otras maneras. Sólo el Señor sabe en qué medida Daniel fue responsable por el interés que Ciro tomó en la restauración de los judíos, y quizás aun por el celo manifestado por Josué y Zorobabel. Lo que leemos es que “despertó Jehová el espíritu de Ciro el rey de Persia”, (19) y que “despertó Jehová el espíritu de Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu de Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y el espíritu de todo el resto del pueblo; y vinieron a trabajar en la casa de Jehová de los ejércitos, su Dios”. (20). Si Él hizo esto por medio de la influencia de Daniel, o en qué medida se debió a Daniel, no podemos decir. El Señor sabe, y Él está al tanto de todo servicio secreto de los fieles suyos. Podemos estar seguros de que “los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento, y los que enseñan justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad”. Es más, a Daniel fue prometido: “Tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días”. (21). http://tesorodigital.com/archivos/archivos-pdf/779___Esdras_Nehemias_etc_v2.pdf Cap.2
Capítulo 3 La mano de Dios.
En nuestro capítulo anterior vimos que Dios fue el agente primario en todos los acontecimientos que condujeron al regreso del cautiverio de parte de algunos de Israel. Ocurre más de una vez la cláusula, “El Señor despertó el espíritu” de uno u otro, todo para ayudarles a llevar a cabo su santa voluntad. Sin embargo, no fue sólo que el movimiento tuvo su origen en él, sino que Él fue su guía y defensor en las pruebas y dificultades que se presentaron de tiempo en tiempo en su desenvolvimiento. Todos los libros del postcautiverio nos muestran esto. Nos referimos a Esdras, Nehemías, Ester, Hageo, Zacarías y Malaquías.
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Bibliografía. Enlaces: www.
Amistad con persas y griegos.
Esdras y Nehemías.
Ciro.
Historia de Israel.
Escatológica zoroástrica. Lampuzo.
La Vocación de Jeremías: llamados a ser profetas. Facundo Cabral.
Persia y la biblia. Veghazi.
Cautiverio y coloniaje de judíos. Monografías.
El exilio y la época persa. Aula de biblia.
Ciro el grande.
Medos y Persas.
El periodo intertestamentario. Hans J. Dederscheck.
Subido a la Red:18-Mayo-2014.